QUÉ ES MEJOR PARA QUE UN NIÑO SE PORTE BIEN: CASTIGO O PREMIO
Cuando queremos que los niños nos obedezcan y se porten bien nos asalta una gran duda ¿Aplico un castigo sino cumple con sus obligaciones? Ó ¿Doy un premio si cumple con las normas? Es decir, que funcionará mejor para que se porte bien, “amenazarle” con que le voy a castigar, o prometerle un atractivo premio.
Como en tantas otras cuestiones según a quien leamos, y según a quién nos remitamos nos dará una opción u otra como válida, ya que ambas están ubicadas dentro de la psicología conductual como reforzadores del comportamiento, siendo uno un refuerzo negativo (dar algo malo), y el otro un refuerzo positivo (proporcionar algo bueno). Y ciertamente, las corrientes actuales se decantan más por los premios que por los castigos; pero no queremos caer en decir que debe hacer cada uno; por este motivo a continuación plasmamos los aspecto a tener en cuenta para los premios y para los castigos, con la intención de que el propio lector/educador adopte el que más fácil le parezca, pues al fin y al cabo se trata de asumir un modelo o estilo que se práctico, cómodo y aplicable, pues lo contrario es una condena al fracaso, o lo es lo mismo, no conseguir que el niño tenga un comportamiento adecuado.
Premios:
Tienen que ser elegidos por el niño o por lo menos consensuados con él.
Debe elegir un amplio repertorio, cuanto más amplio mejor.
Dicho repertorio de premios a de ser variado en cuanto el tipo y al valor, es decir, debe haber premios tipo alimenticios (chocolates, postres especiales…), premios tipo actividades (jugar en el parque, ir a casa del vecino, ir al cine todos juntos…), premios materiales (gorras, colores…).
Hay que evitar que se cansen del premio, es decir, si todos los días que la niña se porta bien le damos natillas de chocolate porque le encantan, después de dos semanas dejará de ser un premio estimulante para ella.
Deben ser cosas o actividades que no pueda obtener por otro camino, y no estén fácilmente a su alcance.
Tener presente que el premio es un medio y no el fin, por lo que hay que reforzar mucho socialmente (darle besos, decirle que estamos contentos con ella…) cuando haga lo que queremos
Una forma de retirar los premios es que el niño tenga que hacer más cosas o durante más tiempo para obtener la misma recompensa.
Castigos:
Tienen que ser cosas que realmente molesten al niño, ya sea por darle algo malo (irse a su cuarto) o quitarle algo bueno (ver dibujos).
El castigo debe ser lo más inmediato posible a la conducta que queremos suprimir.
Debe ser proporcionado a la conducta.
Antes de aplicar el castigo hay que definir cuál es la norma o conducta que queremos, para que la niña asocie el castigo a la conducta.
Se debe avisar de cual es el castigo ante determinada conducta. Al igual que avisar dos, tres veces antes de aplicar el castigo.
Los castigos que se avisan se deben cumplir, sino es así, el niño aprenderá que son meras amenazas que no acaban en nada.
Deben ser “cumplibles”.
Hay que hacerle ver al niño la relación entre su mal comportamiento y las consecuencias que obtiene.
Enfadarse mucho y gritarles NO ES UN CASTIGO; aunque sirva para que hagan lo que les pides.
Hay muchos aspectos más a tener en cuenta, y sobre todo cómo aplicar cada una de estas estrategias. La intención principal de este artículo es hacer ver al lector que ambos, premio y castigo, son complicados de llevar a cabo, si no queremos caer en que nuestras conductas se conviertan en simples recompensas o sanciones; siendo muy importante la parte verbal y la constancia ante los comportamientos del menor.